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Beso, fantasma, recoveco

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A veces desearía que de los bultos informes de cobijas, almohadas y peluches que se acomodan en la orilla opuesta de mí cama desierta, se formase la figura de un hombre; la silueta siquiera me quitaría la honda sensación de vacío en esta noche que no logro dormir.

Y es así que comienzo a imaginar que realmente algo o alguien me acompaña, sonriendo desde el fondo de su penumbra dormita a mí lado. Yo le miro sonreír y sonrío también, es entonces que despierta. Abre los ojos y mi soledad es tanta que ya imagino que Él está aquí (conmigo) mirándome como aquella noche lluviosa que compartimos el lecho.
Veo que sus manos de sombra se acercan a mí cara y posándolas sobre mis mejillas me atrae
hacia él, que es todo un espectro oscuro, toda una sombra resplandeciente, o una luz oscura.

Lo que sea que fuera que estuviese ahí con su negro rostro y su clara sonrisa.
Y se acerca aún más, despacio, cierra los ojos, que eran mí única luz, y me besa y yo beso una sombra. Beso a un  fantasma negro, cerrando los ojos me sumerjo en el disfrute de un recuerdo tangible de mí locura inducida por la insensatez de hallarme abandonada en la inmensidad de mi cama rodeada por el extraño sopor de la madrugada fría.

Debido al anhelado contacto con su boca bendita, le transfiero algo de mí vida, de mí aliento, le entrego mí inspiración y mis más profundos deseos. Me sorprendo, luego, al ver que después de ese efímero beso sus labios no son más un poco de misteriosa oscuridad latente, sino  que, por segundos  se vuelven de carne y llenan los míos con el sabor de su saliva y un dejo de un perfume viejo. Vislumbro maravillada y con los ojos bien abiertos que ya no es más una mancha, sino poco a poco se transforma en un fantasma casi tangible.  Es una maravilla.

Está aparición, o tal vez engaño ilusorio de la vista medio disforme y formalmente confusa se va transmutando en su piel clara y completamente deseable; así, se va amplificando la metamorfosis imposible de silueta disoluta en el amor de mi vida. Y el milagro que nace en sus labios siguió recorriendo y materializando el resto de su cuerpo, convirtiendo esa mancha negra en un humano. Ese pequeño fenómeno nacido de un beso invade su cara y le dibuja una sonrisa, segundos después mi amado ya tenía un hermoso cabello negro; la magia continuo recorriendo su cuerpo, creó sus hombros, sus brazos rodeándome cariñosamente, bajó por su cuello, el torso entero, el sexo, las piernas entrelazadas con las mías... en un par de segundos más el ya era El.

Él, desnudo y resplandeciente frente a mí, o a mí lado, como sea.
Apretó una de mis manos, esa que rozaba su piel con gesto de fascinación absoluta, entre las suyas y con su voz inconfundible susurro por lo bajo algo que no alcancé a comprender y ahora no recuerdo. Temblando de placer me acomode en su pecho para sentir su calor, pero el etéreo y sutil trueque mágico de lo impalpable por el amoroso refugio de sus brazos no me lo trajo completo. Es decir, cuando me acerque a su corazón, este no latía.


Era de suponerse, pues un fantasma no es más que eso, una aparición.
Su piel era tal y como la recuerdo, pero no tenía ni una pizca de calor, extrañada acerque mí nariz a su cuello y me alegre al notar que su aroma seguía ahí, de un modo más intenso y duradero.

A pesar de que sus brazos me rodeaban con afecto, él no estaba ahí, de eso me di cuenta después; sin embargo, aquel remplazo que había creado con mi imaginación trastocada y mi memoria incansable  era lo más cercano que tenía (o podría tener) de sentirlo a mí lado una vez más.Pues esos ojos no eran los suyos, eran los que había tomado prestados de mis recuerdos más gratos cuando me miraba de la misma manera que su fantasma-remplazo me mira ahora.

Cada detalle de su cuerpo era tal y como lo recuerdo, cada lunar, cicatriz y recoveco seguían intactos, adornando su piel  ahora tan fría, justo donde debían estar. Seguí abrazándolo, no hablamos, era inútil, solo respirábamos al unísono y su corazón moría estático, aplastado por el sonido de mis latidos en crescendo. Me acariciaba la espalda con su mano fría y me hacía temblar.

No se porque, pero me puse triste y le susurre con voz quebrada que lo adoraba.
Le jure que lo amaba con cada célula de mí ser, y que daría lo que fuera por que se quedase a mi lado por siempre jamás. Me interrumpe, pidiéndome que no sea tonta, jura que jamás me dejará. Yo sonrió entre lágrimas. Me besa, y ya no dice nada.
Me duermo envuelta en sus brazos con la deliciosa sensación de ser profundamente amada.

Al día siguiente despierto y él no está.
Me doy cuenta de que fue un sueño, y cierto aroma nostálgico flota sobre mis labios.
Y ese aroma, el de su cuello, no podía faltar en uno de los sueños más sublimes que había tenido en días, o semanas, o meses, o años, o quizá no tanto tiempo…
para el concurso en cuentos por colores
jeje ya me estaba tardando ya se
:iconsmilieplz:
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